jueves, 23 de octubre de 2014

VIDAS PATÉTICAS



Y
o sé que, a vosotros, mi pequeña, dorada y adorada parroquia de lectoras/es, os pone más que escriba de la vida cotidiana que de política, ética o economía. Suponiendo que uno fuera capaz de tanto, que es mucho suponer. Pero esto es una suerte de diario en el que este triste pecador letraherido intenta plasmar los gritos que le surgen de sus silencios. Aunque oye, entre col y col, lechuga…

            Y no es que piense yo que mi vida es patética del todo. Si tuviera que compararla con algo, quizá me atrevería a hacerlo con una obra de Miguel Mihura, Muñoz Seca o quizá de los Monty Python. Digamos que más que patética ha sido rara. Casi siempre peculiar con momentos  insólitos. Aunque no me quejo. Y normalmente me refiero a ella en plural, porque han sido varias vidas. Hay gente que nace, la sientan en la trona de comer papilla, de ahí la pasan al pupitre de primeras letras, una vez alfabetizado se muda a una silla de oficina y continúa ahí cuarenta años hasta que pasa a la posición de estirar las piernas por fin, en una caja de fresno americano con visillos.

            Y lo peor que han hecho en toda su vida ha sido quitarle las grapas al compañero de departamento.

            Que si el verbo pecar está en el diccionario de la RAE (que por cierto, celebramos ahora su tricentenario, ya podíais quitarle el polvo, bandíos…) es para conjugarlo, cada una/o según su necesidad y bochornos, claro.     

Si gente así hace falta, estamos de acuerdo. Yo mismo, muchas veces me hubiera cambiado por un oscuro funcionario con manguitos, visera y tampón en el lóbrego sótano de un ministerio. De hecho, cuando vuelvo la vista atrás, si me dices que tengo que repetir todas las vidas que he agotado, no sería capaz. De verdad. No tendría fuerzas. Estoy a ver si tengo fuerzas para terminar esta última… que ya voy servidito.

Y es que uno, aunque me veáis por la calle con expresión eutímica (venga, aquí podéis celebrar el tricentenario de la RAE y buscarlo) y andar pausado, la montaña rusa la lleva por dentro.
  
Por ejemplo, si yo hubiera nacido Dios, la semana tendría solo dos días: domingo y lunes. El lunes sería infernal, con el trabajo comprimido de crear los planetas, los ornitorrincos, el hombre, la mujer, a Jorge Javier Vázquez… y el domingo, derrengado, exhausto, sin fuerzas, hubiera pedido una pizza barbacoa a las cocinas del infierno. Que te la trae calentita el mismo Pedro Botero en el vespino rojo del motorista fantasma.

Lo que está claro, es que cuando hablamos de patetismos, a nuestra generación se le viene a la mente como un rayo una palabra: SEXO.

Fijaos, mis queridos feligreses y feligresas, si ya los ochenta nos liberaron de ataduras religiosas y políticamente correctas, que corriendo aquellos años, el que no follaba era porque no quería. Hasta los feos tenían el carné de baile completo. Pues nada, crecimos, hicimos lo mismo que nuestros padres (más o menos) y sabe Dios porqué se nos fue amustiando la flora de las ingles, por muy brasileñas que nos las dejáramos.

Esto viene al caso de una estadística que cayó en mis manos hace poco, sobre la cuantificación de la práctica sexual en nuestro país (de la calidad no dice nada, por suerte). Resulta que del total de la muestra, el 85 por ciento practicaban la coyunda «anualmente» (cágate, Manolín), «mensualmente» o el triste y obligado «una vez por semana». El resto deben ser Nacho Vidal y sus primos.

¿Cuándo se nos jodió la jodienda?

Cada uno recurre a lo que puede, si oye, yo lo entiendo. Lo más cercano, rápido y sin problemas (a ver, que no hay nada más cercano a uno/a mismo/a que la mano veloz). Supongo que también hemos pasado la fase hiperhormonal. En mi caso, puedo confesar sin complejos que el sexo ha pasado a un tercer y cómodo lugar tras la literatura y los boquerones fritos (no siendo excluyentes entre sí).

Pero claro, cuando uno va a al supermercado, espacio de reflexión social donde los haya, y choca accidentalmente con los pechos de una reponedora ubérrima que encima le pide perdón… Coño, haces memoria y piensas que son las últimas tetas que has tocado en dos meses al menos.

¡Y te pide perdón! ¡Vive Dios! ¡Si al sentir ese maravilloso oleaje muscular en el brazo casi me dan ganas de llorar!

Así que sales con la compra pensando que sí, que los boquerones fritos están bien. Pero como la proteína del conejo…





1 comentario:

Aury dijo...

Me da alegría ver que sigues por aquí loboblanco... no te encontraba entre las redes de la especie virtual, ¿invernas?