martes, 18 de diciembre de 2012

HISTORIAS DEL AMBULATORIO



Uno ya de por sí, con las espaldas y el cuello de que está dotado por la madre naturaleza, las camisas las encarga a la fábrica que surte de paracaídas a la BRIPAC en  Javalí Nuevo (Murcia). Cuando vas a cortarte el pelo, el barbero suele colocar una tirilla de papel elástico alrededor del gaznate para evitar que se introduzcan pelos. A mi me pone dos.

Dicho esto, hace poco me pasó una cosa. Yo soy muy de pasarme cosas. Como al final he sobrevivido a mí mismo, la cuento. Que os alegre la vida un rato.

Tenía un incipiente granillo sin importancia en la barbilla y como el roce hace el cariño y la infección, de tanto rozar la perilla con el casco de la moto, se cabreó y evolucionó en un alien cuellicular. A los dos días ya se me puso una bola que parecía yo un pelícano cargao de mantecaos de Estepa. A lo que tuve que ir al druida del ambulatorio que lógicamente me mandó antibióticos, antiinflamatorios y todo eso. Pero hete aquí, que al retirar el médico el esparadrapo gigante que yo me había puesto, vi reflejado en su cara que no me quedaba mucho de vida... así que el hombre me remitió a la enfermera en jefe de curas. 

            Estuvimos en la puerta de la susodicha esperando nuestro turno -mi absceso y yo-, que ya éramos camaradas porque habíamos pasado un puente de la Constitución  magnífico —él jodiendo y yo maldiciendo—, hasta que nos tocó entrar. Estaba la enfermera y una chavalilla con bata blanca y cara de susto que yo veía que salía y le llevaba tinajas de agua y otras cosas. Debía ser la enfermerilla en prácticas. Mandáronme tumbar en la camilla en decúbito supinoprono, enguantáronse profilácticamente y me quitaron el «esparatrapo». La enfermera le daba instrucciones a la chavalilla que ella seguía con mucho aprovechamiento y mucha jodienda para mí. 

Al ver el instrumental y ante la ausencia de anestesia —excluyendo la colonia de la Sra. de la sala de espera, «Cani Klein»— no estuve seguro si iba a ser una cura o una autopsia, por lo que procuré respirar fuerte con la caja torácica para que el personal descartara el que fuera yo un cadáver. 

—Absceso submaxilar—. Diagnosticó la enfermera en jefe.

Cuando vi que del instrumental de tortura tomó una especie de bisturí pequeño me temí lo peor. Me auto atrapé los brazos con la espalda no fuera a ser que en algún acto reflejo estampara a la chavalilla en prácticas contra la pared de enfrente no teniendo culpa de nada la pobre.  

            Así fue como estuvieron rebanándome el pescuezo lentamente. Muy lentamente. Tranquilitas. Practicaron un agujero para que saliera la gente que pudiera haber dentro, limpiaron los bordes con el bisturí. Sin prisas. Y una vez hecho esto me introdujeron una gasa. Mientras tanto —a falta de anestesia— recordaba yo las desventuras de Iñigo, el mancebo del capitán Alatriste, durante las torturas del Santo Oficio en «Limpieza de sangre»; lo que reconfortó mi espíritu al distraerme un poco de la carnicería a la que asistía como gorrino protagonista en el día de San Martín.

            Terminada la operación, me pusieron varias clases de «vircrominas» y desinfectantes, amén de un apósito que me hacía parecer recién llegado de las guerras púnicas. Y tuve que ir a repetir el proceso cada tres días.

            Ya estoy mejor. Gracias. Pero lo peor es explicarlo a todo el mundo. Es cansao... Al día siguiente me presenté en un curso que estaba haciendo y claro, empezaron a preguntarme desde la puerta. Los cogí a todos y los reuní en el aula para explicarlo solo una vez: «Pues tenía yo un granillo y un casco...». Y a los que llegaron tarde los remití  a sus compañeros.

Por supuesto me tuve que afeitar la barba antes de todo esto. De lo que os  ahorro los pesares de rasurarse uno con doble cuello. Ahora solo luzco bigote español «Duque de Ahumada».

Lo mejor es reventarlos y que salga la pus. 

Me refiero a los políticos.


*Con mucho cariño a mi Dra. Cobaltos. Que cura cuando escribe. 






2 comentarios:

Unknown dijo...

Jejeejeee, yo he pasado por una operación de mano "me quitaron un bulto" y abrí los ojos y me vi la mano por dentro acssss!!!!

También me quitaron un granito de la cara... donde no pasó nada... y mi ultimo pasito por el hospital... salí con el bebe en brazos... despues de unas 12 de parto, empujando mucho pero sin anestesia, como una campeona!!

La Maripili dijo...

me has recordado a mi post del señor de cuenca. Tal cual lo cuentas, oye!