domingo, 30 de noviembre de 2014

LA COSTRA



A
sistimos desde hace unos meses a la recuperación de un término tan viejo en la historia que parece un neologismo, pero no lo es: La Casta. No especificaré quién lo recupera porque Podemos caer en el proselitismo. Y no es plan.  


            Que aunque parezca, gracias a nuestra pedagógica telebasura o a la imparcialidad más que demostrada de la televisión pública, que Dios creó el mundo en siete días y el sexto engendró al hombre en la persona de Adolfo Suárez con la Transición… en realidad antes pasaron un par de cosas. Incluso aquí —que cada siglo nos pide el cuerpo una o dos guerras civiles—, existió una democracia (con sus carencias, o sea, como esta) allá por 1931. Que duró «lo que duran dos peces de hielo en un güisqui on the rocks» (que diría Sabina). Pero aquí somos asín…

            La Casta es un término delimitado por el hinduismo (como ya sabéis mis queridos niños y niñas), pero fue usada por, nada más y nada menos que don Benito Pérez Galdós. Y fue término arrojadizo entre los políticos de la II República (Azaña, Lerroux…). Así que es un término «Gran Reserva» de uso común en cada una de las degradaciones políticas de esta vieja y dolorida España durante los siglos XIX y XX.

            Que no han sido pocas. Los españoles nos repetimos más que la morcilla de Burgos. La Casta reinante nos borra la memoria cada pocos años y ale, a las barricadas.

            Así que me vais a permitir que anime un poco el cotarro con otro término: La Costra.

            A los que os gusta la cocina, sabréis a lo que me refiero. Bueno, a los que os gusta la cocina o solamente recordáis el primer cacillo que calentasteis en la adolescencia y se os fue la leche, con la persecución materna posterior (zapatilla volans post maternum absentia). Porque la leche, como la energía, ni se crea ni se destruye. Se transforma. En costra. O bien rememoráis con cariño aquellas primeras paellas de recién casados, para las que los valencianos tienen un término que os salva: el arroz socarraet.

            —No se me ha pegao la paella, es que me gusta socarraet.
            —Sí, cariño, anda, déjame a mí…

            Yo creo que tiene su aplicación política. A ninguno se os ocurriría usar una paila tras tamaño desastre ni para transportar yeso. Pues lo mismo ocurre en política, tras el desastre generado por el Régimen del 78 (que sería la paila ya negruzca) no se puede «cocinar» nada nuevo. La Casta se comido los tocinos, o los ha ingresado en Suiza y nos ha dejado una Costra del color de nuestro futuro: negra como los sobacos de Satanás.

            No se puede lavar la sartén, hay que rasparla con una espátula de jueces independientes durante años para que vuelva a lucir limpia y pueda tener un uso algo parecido a higiénico.

            O mejor tirarla y comprar una nueva. Que tiene mierda desde doña Carmen Polo de Franco. Y sus nietos que nos gobiernan hoy.

            Asistimos impertérritos al espectáculo de Mariano ¡queriendo abanderar la lucha contra la corrupción! Increíble. Justo al día siguiente de haber tenido que echar a la ministra superguay, Ana Mato por estar sumergida hasta las trancas en la trama mafiosa de la Gürtel.  

Un Registrador de la Propiedad que usa las órdenes internacionales de detención de Interpol para envolver arenques, supongo… Me refiero al caso de las cursadas por la juez argentina María Servini, contra los torturadores del franquismo (Billy el Niño y el capitán Muñecas) y las posteriores contra, entre otros, Martín Villa y el suegro del defenestrado ministro Gallardón (Utrera Molina).

Un tipo denunciado por las asociaciones de jueces de su país ANTE LA ONU.

Impasibles también vemos a nuestra Sultana Díaz corretear pizpireta de Isla Cristina al Cabo de Gata como si el gobierno de esta autonomía del sur, que tiene el tamaño de Portugal, durante los últimos 30 años no hubiera sido otro entramado mafioso-clientelar.

En mi modesta opinión, NADIE que haya ocupado UN SOLO cargo político o digital en la Administración, cobrando… pongamos más de 2.500 euros al mes (por ser generosos), o en cualquiera de las innumerables empresas públicas creadas como administración paralela para eludir la lupa de los interventores puede seguir ni un solo minuto en su sillón. Y cuando digo nadie, es NA-DIE. No me fío de ninguno de la cuadrilla.

O cambiamos de sartén o la comida seguirá sabiendo a detrito. Y para quemados... ya estamos nosotros.




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