martes, 23 de diciembre de 2014

LOS BÁRBAROS




E
l 4 de septiembre del año 476, fue depuesto el último emperador de Roma, Rómulo Augústulo, por el caudillo de los germanos (de origen huno) Odoacro. Que lo mandó confinar en la bahía de Nápoles al chaval, porque la verdad es que tenía 15 años (y sin la Nintendo).  Aquí se cifra el fin del Imperio Romano de Occidente. Un imperio que había durado cinco siglos, y que se llegó a extender desde el océano Atlántico hasta las orillas del mar Rojo. Una cosa tremenda de grande.

            Y Mariano y sus primos están preocupados porque les van a mandar a coger caracoles en menos de once meses…

            Hombre, digo yo que ese tiempo da para destruir todas las pruebas, quemar los sobres del dinero y demás labores urgentes de un gobierno como el que tenemos. Y sobre todo hacer campaña para salvar los muebles.

            Que los candelabros se los estarán llevando ya a sus casas.

            Lo de gobernar… bueno, el Mariano es especialista en aguantar unos meses más disimulando. Un tío que cuando se le hunde un petrolero con 77.000 toneladas de crudo enfrente de su chalet, tiene los santos cojones de salir a decir que nada, que solo son unos «pequeños hilitos como de plastilina», es capaz de aguantar lo que le echen.

            Y es que aquí parece que hay que ser eternos. Y no. Todo lo humano nace, crece, le da a la coyunda (lo que puede cada uno/a) y al final la diña. Por definición. Ser humano es ser transitorio. Por suerte.

            Y así nos va, unos que si «los 100 años de honradez», hasta que llegó Filesa y Roldán… (Zas en toda la boca). Antes que si «unidad de destino en lo universal», hasta que se murió el superlativo general, que resulta que no era inmortal el jodío.

            No hay ni una sola idea en el pensamiento humano que sea inmutable a través de la Historia, creo. Coño, si en los tiempos en que el imperio español dominaba los océanos fueron dos marinos científicos (Jorge Juan y Ulloa) a medir el grado del meridiano en América y tuvieron que autocensurarse para no contradecir a los teólogos: Pese a que esto parece demostrado, no debe creerse por oponerse a la doctrina católica (Arturo Pérez-Reverte, Patente de Corso). Por si los horneaban…

            Y claro, Mariano que ve que le quedan dos semestres mal contados, y venga Ley Mordaza, represión, cambio de jueces que no le convienen, de fiscal general del Estado (más bien del Gobierno), le compra a los polis de la porra un camión que lanza agua a presión por 500.000 euritos. Lo normal.

            A ninguna generación le está permitido imponer sus propias leyes a las generaciones futuras. Está en la constitución francesa de 1793. Pero claro, Mariano solo lee el Marca.

            El Régimen del 78 ha resultado fallido. El país, o lo que va quedando de él, es un desastre que ni planificando su demolición controlada se podría haber hecho peor.

            Y claro, llegan los bárbaros.

            Menos mal que en este cambio de ciclo, los bárbaros que nos han tocado, aun llevando coleta como vándalos y ostrogodos, suelen ser profesores de la Complutense. Sensatos y con una formación académica rayana en la excelencia. Nada que ver con Odoacro ni Atila.

            Si no fuera por ellos, como válvula de escape a tanta indignación acumulada… iban a faltar bombonas de butano en Repsol para según qué cosas. Que voluntarios desesperados para inmolarse, me da a mí que sobran. Conste que no estoy de acuerdo con la violencia (por imperativo legal, más que nada).

            Pero la Roma Imperial (el Régimen del 78) no se va a dejar reducir a cenizas así como así. Ni hace 1.500 años ni ahora. Van a tirar con todo. Pólvora del rey tienen sobrada, y del Banco Santander ni te cuento.

            Los de la Casta llevan apareándose entre ellos más de treinta años. Haciendo negocios entre ellos, colocando a sus vástagos en los sitios (en los sitios de no doblar el espinazo). Forrándose como si no hubiera un mañana. Y claro, tanta endogamia, a la larga trae el desastre. No falla. Al final, los puestos de decisión importantes terminan copados por gilipollas.

Si un país es como una empresa familiar. El abuelo la levanta de la nada, el padre la mantiene y le da esplendor, y los nietos… se la pulen. Porque en el fondo, los que ahora están arriba son los nietos, en mayor o menor medida, de la «cuarentena» histórica en la que nos sumió el oscuro general gallego y sus secuaces. Como si no lleváramos ya siglos de atraso gracias a sotanas y crucifijos.  

No se me entienda mal, no es que yo sea anticlerical. Pero aquí no tuvimos un Lutero, ni un Rousseau. Tuvimos a Torquemada y a Millán-Astray. Y así nos ha ido.

Así que llegan los bárbaros. Y nosotros, el «pueblo de Roma», los apoyamos. Porque llegan limpios, sanotes, mestizos (al haberse copulado con todo quisque). Y con una fuerza que derriba murallas legales absurdas y rancias.

  Ya pueden temblar los patricios de esta Roma corrupta y llevarle ofrendas a Júpiter o a la virgen del Rocío. Que están a las puertas. Y van a cruzar el Rubicón.

Y sobre todo, ya pueden dar gracias de que estos bárbaros son ilustrados y no pasearán sus cabezas en una pica por la Castellana.


Alea iacta est.
           



            Que tengáis unas felices fiestas y seamos conscientes de que en 2015 empieza una curva de la Historia. Lo que no quita que visitemos a Lúculo y a Baco, oyes.






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