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l 4 de septiembre del año 476, fue depuesto el último
emperador de Roma, Rómulo Augústulo, por el caudillo de los germanos (de origen
huno) Odoacro. Que lo mandó confinar en la bahía de Nápoles al chaval, porque
la verdad es que tenía 15 años (y sin la Nintendo). Aquí se cifra el fin del Imperio Romano de Occidente. Un imperio que había
durado cinco siglos, y que se llegó a extender desde el océano Atlántico hasta
las orillas del mar Rojo. Una cosa tremenda de grande.
Y Mariano y
sus primos están preocupados porque les van a mandar a coger caracoles en menos
de once meses…
Hombre,
digo yo que ese tiempo da para destruir todas las pruebas, quemar los sobres
del dinero y demás labores urgentes de un gobierno como el que tenemos. Y sobre
todo hacer campaña para salvar los muebles.
Que los
candelabros se los estarán llevando ya a sus casas.
Lo de
gobernar… bueno, el Mariano es especialista en aguantar unos meses más
disimulando. Un tío que cuando se le hunde un petrolero con 77.000 toneladas de
crudo enfrente de su chalet, tiene los santos cojones de salir a decir que
nada, que solo son unos «pequeños hilitos como de plastilina», es capaz de
aguantar lo que le echen.
Y es que aquí
parece que hay que ser eternos. Y no. Todo lo humano nace, crece, le da a la
coyunda (lo que puede cada uno/a) y al final la diña. Por definición. Ser
humano es ser transitorio. Por suerte.
Y así nos
va, unos que si «los 100 años de honradez», hasta que llegó Filesa y Roldán… (Zas
en toda la boca). Antes que si «unidad de destino en lo universal», hasta que
se murió el superlativo general, que resulta que no era inmortal el jodío.
No hay ni
una sola idea en el pensamiento humano que sea inmutable a través de la
Historia, creo. Coño, si en los tiempos en que el imperio español dominaba los
océanos fueron dos marinos científicos (Jorge Juan y Ulloa) a medir el grado
del meridiano en América y tuvieron que autocensurarse para no contradecir a
los teólogos: Pese a que esto parece
demostrado, no debe creerse por oponerse a la doctrina católica (Arturo
Pérez-Reverte, Patente de Corso). Por
si los horneaban…
Y claro,
Mariano que ve que le quedan dos semestres mal contados, y venga Ley Mordaza,
represión, cambio de jueces que no le convienen, de fiscal general del Estado
(más bien del Gobierno), le compra a los polis de la porra un camión que lanza
agua a presión por 500.000 euritos. Lo normal.
A ninguna generación le está permitido imponer
sus propias leyes a las generaciones futuras. Está en la constitución
francesa de 1793. Pero claro, Mariano solo lee el Marca.
El Régimen
del 78 ha resultado fallido. El país, o lo que va quedando de él, es un
desastre que ni planificando su demolición controlada se podría haber hecho
peor.
Y claro,
llegan los bárbaros.
Menos mal
que en este cambio de ciclo, los bárbaros que nos han tocado, aun llevando
coleta como vándalos y ostrogodos, suelen ser profesores de la Complutense.
Sensatos y con una formación académica rayana en la excelencia. Nada que ver
con Odoacro ni Atila.
Si no fuera
por ellos, como válvula de escape a tanta indignación acumulada… iban a faltar
bombonas de butano en Repsol para según qué cosas. Que voluntarios desesperados
para inmolarse, me da a mí que sobran. Conste que no estoy de acuerdo con la
violencia (por imperativo legal, más que nada).
Pero la Roma Imperial (el Régimen del 78) no se
va a dejar reducir a cenizas así como así. Ni hace 1.500 años ni ahora. Van a
tirar con todo. Pólvora del rey tienen sobrada, y del Banco Santander ni te
cuento.
Los de la
Casta llevan apareándose entre ellos más de treinta años. Haciendo negocios
entre ellos, colocando a sus vástagos en los sitios (en los sitios de no doblar
el espinazo). Forrándose como si no hubiera un mañana. Y claro, tanta
endogamia, a la larga trae el desastre. No falla. Al final, los puestos de
decisión importantes terminan copados por gilipollas.
Si un país es como una empresa
familiar. El abuelo la levanta de la nada, el padre la mantiene y le da esplendor,
y los nietos… se la pulen. Porque en el fondo, los que ahora están arriba son
los nietos, en mayor o menor medida, de la «cuarentena» histórica en la que nos
sumió el oscuro general gallego y sus secuaces. Como si no lleváramos ya siglos
de atraso gracias a sotanas y crucifijos.
No se me entienda mal, no es que
yo sea anticlerical. Pero aquí no tuvimos un Lutero, ni un Rousseau. Tuvimos a
Torquemada y a Millán-Astray. Y así nos ha ido.
Así que llegan los bárbaros. Y
nosotros, el «pueblo de Roma», los apoyamos. Porque llegan limpios, sanotes,
mestizos (al haberse copulado con todo quisque). Y con una fuerza que derriba
murallas legales absurdas y rancias.
Ya pueden temblar los patricios de esta Roma corrupta y llevarle ofrendas a Júpiter o a la virgen del
Rocío. Que están a las puertas. Y van a cruzar el Rubicón.
Y sobre todo, ya pueden dar gracias
de que estos bárbaros son ilustrados y no pasearán sus cabezas en una pica por
la Castellana.
Alea iacta est.
Que tengáis
unas felices fiestas y seamos conscientes de que en 2015 empieza una curva de
la Historia. Lo que no quita que visitemos a Lúculo y a Baco, oyes.
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