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enseñaron de pequeño a rezar por las noches: «cuatro esquinitas tiene mi
cama...». Luego, por convencimiento, me hice agnóstico. Antes de todo eso fui
anarquista, del RCD Español, montañero, etcétera. Como todo el mundo... Y hoy,
al acostarme, antes de leer un rato, solo me siento agradecido. A Zeus, al
destino, a lo que queráis. Por tener un colchón y un techo sobre mi cabeza.
Cosa que hasta hace no mucho parecía algo normal en la Europa del s. XXI. Pero
los desahuciados, los desheredados, los precarios, ya no tienen cama con cuatro
esquinitas. Solo una acera de cemento y espinas.
Así que le rezo al viento por si hay algún Dios de guardia...
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