Estoy pensando en huir. Pedir asilo político en alguna clínica para el tratamiento de los trastornos alimentarios donde la lechuga se cocine por gramos. O hacerme balsero del colesterol. Supongo que como todo el mundo cuando llegan estas felices fiestas de invierno llamadas inocentemente la Navidad.
El código penal califica el homicidio involuntario
como: «El acto en que se causa la muerte de una persona cuando se conoce el
posible resultado y sin embargo se cree poder evitarlo, pero falla y ésta se
produce». El acto en el cual se prepara una empanada de tocinillo con cabello
de ángel para llevar a casa de la suegra de ochenta años, cuyos niveles de
colesterol, triglicéridos y ácido úrico sobrepasan los límites de lo paranormal
se hace a sabiendas (doloso) de que se la va a comer. Y no se prevé que casque,
pero pega el reventón. O sea, homicidio doloso y goloso.
A poco que uno haya leído algo más que la
programación de la tele, antropológicamente hablando, en todas las culturas hay
tiempos de ayuno y tiempos de desayuno. En la tradición
judeo-cristiano-islámica, las únicas diferencias son las fechas y el bicho que
se comen. No nos engañemos. Personalmente, la que más conozco es la cristiana
por haberme criado entre sus terroríficos cuentos e inverosímiles cómics. Que,
con todos mis respetos hacia los practicantes –faltaría más-, hicieron de mi
preadolescencia un universo de ofrendas a semidioses, arcángeles y toda clase
de superhéroes que ya quisiera Marvel Comics Group, para tener buenas notas o
que fulanita se sentara a mi lado en el autobús.
Ya lo dijo el maestro Borges: «... la fe católica, o sea un conjunto de
imaginaciones hebreas supeditadas a Platón y a Aristóteles.». Nada hay nuevo
bajo el sol. Así que llega un payo llamado Julio I –de profesión papa- y decreta
que el nacimiento de Cristo fue el 25 de diciembre. Con efecto retroactivo.
Para que los romanos –que eran más juerguistas que un inglés en Ibiza- se
convirtieran y cambiaran de nombre los fiestorros del solsticio de invierno.
Por
lo que luego se ha sabido en sesudos estudios históricos, Jesús debió nacer en
verano. Igual nació el siete de julio en Pamplona que está hasta los topes en
esas fechas y mucha gente duerme en los portales. A saber. Pero había que poner
una fecha y de mutuo acuerdo entre los papas y el Corte Inglés pues se puso.
Lo
que vengo a referirme es que la Navidad en nuestra cultura, que como todas
fusiona las churras con las merinas, hemos pasado de preparar una suculenta
cena la noche del veinticuatro de diciembre para degustar con la familia
tranquilamente a tener –además de esta- la conocida comida de empresa
(tradición muy anglosajona ella), la cena de camaradería con los antiguos
flechas navales, el aperitivo con la peña taurina «Becerra Terón», y un largo
etcétera de colesterolemias que nos llevan al roscón de reyes con
sintomatología de abdominales inversos y nos hacen mirar los polvorones con los
ojos inyectados en sangre. Eso no hay duodeno que lo resista.
Viéndolas
venir, un servidor, este año, se va a preparar una hoja de cálculo en el iPhone
para ir sumando calorías ingeridas. Y cuando rebase el límite diario que suene
una alarma horrible y aparezca en pantalla Falete cantando «capote de grana y
oro».
Cerremos
las boquitas un poco, venga. Que es muy sano. A propósito de esto, alguien dijo
que si los españoles sólo habláramos de lo que supiésemos se haría un tremendo silencio que invitaría a la
reflexión. Reflexionemos pues en amor y concordia con nuestros estómagos que
son de tamaño finito. Algunos...
Feliz
Navidad.
2 comentarios:
Como cristiana y católica, he disfrutado de esta entrada más que un marica con lombrices. Lo siento, soy muy madrileña y me encantan los dichos políticamente incorrectos.
Ya despotriqué el año pasado sobre las navidades, y este año se presentan más oscuras si cabe.
Os invito a tí y a Etruska en navidades a un vegetariano y a compartir fotos de obture....jajajajaja
Vuelvo para decirte que por primera vez en la historia, he visto el mensaje de navidad de S.M. El Rey. Cuanto menos, ilustrativo.
Y para decirte, que tus deseos de navidad en el post-it, aunque sean los mejores que he recibido en mi via, por desgracia no podré cumplirlos....nadie dijo que heredar fuera fácil, no?
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