sábado, 15 de junio de 2013

NADIE HABLARÁ DE NOSOTROS CUANDO HAYAMOS MUERTO


Crédito imagen: jmalvarezblog.blogspot.com.es



D
esde que el hombre se asentó y dejó de ser nómada —pongamos que hace unos 10.000 años— ha sobrevivido sin pensiones de vejez hasta hace aproximadamente unos 100 años. Realmente, no es que hicieran mucha falta. A la mayoría se lo comía algún bicho —o algún primo caníbal— antes de cumplir los 35, con lo que contribuía al fondo de pensiones del ecosistema animal en proporción al contenido calórico de su cuerpo serrano. Esta contribución era como el IRPF: personal, progresiva y directa. Un búfalo de 2.000 kilos aportaba más kilocalorías que un simple humano, por lógica tributario-metabólica.

            Una vez asentado en comunidades estables, tampoco es que fuera su mayor preocupación llegar a viejo sin haber cotizado. La esperanza de vida al nacer, seguía siendo de menos de 40 años hasta el siglo XX. Nuestro natural beligerante nos mantenía vivos lo justito para desarrollarnos, procrear una buena camada y diñarla en algún conflicto; bien de un certero alfanjazo morisco, bien en alguna encamisada con los Tercios de Flandes. La verdad es que antes se moría uno más entretenido.

        Ya lo dice Punset —y lo corrobora éste, vuestro seguro servidor, que ya pasó de  la cuarentena—: Hasta los cuarenta años el cuerpo resiste bien aunque lo tratemos mal. Yo añadiría que después, aunque muy progresivamente, va resistiendo mal aunque lo tratemos bien. Hemos sumado a nuestra existencia unos 30 años de vida redundantes. Y hay que llenarlos con algo. Fundamentalmente con comida unas tres veces al día. Excluidos los problemas sociales, laborales y sexuales que no vienen ahora al caso (bueno, el tema del sexo… lo resumió certero aquel sonriente vejete que dijo, al ver pasar una chica muy bien terminada: «Señor, señor… si nos quitas las fuerzas… ¿por qué no nos quitas también la intención?) nos queda lo de la manutención alargada en 20 o 30 años tras la jubilación. Que se dice pronto. 

Así que nació en Occidente el concepto de Seguridad Social. Al parecer, nada menos que ¡en Alemania! Líder actual de la tala de estos derechos en ella alumbrados. 

Concretando un poco, aquí en Hispania, se formalizó la Ley de Bases de la Seguridad Social el año que nací yo. Aunque no fue nada personal. Luego, la Ley y yo mismo, fuimos mejorando con los años, siendo nuestro apogeo allá por los ochenta, que estábamos hechos unos pinceles los dos. Ahí nos estabilizamos un poco, tendiendo luego a amustiarnos lentamente hasta el siglo XXI, dónde nuestros caminos se separaron. No es que yo dejara de amustiarme sino que la Ley entró en barrena y está bastante peor que un servidor. 

¿Qué hacemos con los viejos? Es la gran pregunta. 

Excluida la tesis de aquel ministro de Finanzas japonés que hace unos meses animó a los viejos a «darse prisa en morir», además de la posibilidad de la «observación  crítica de obras» ya que no hay un chavo para construir nada, no se me ocurre otra cosa que pensar cómo vamos a seguir protegiendo a los que un día se dejaron el pellejo por nosotros. 

Fundamentalmente es un problema matemático: Dos más dos son cuatro. 

Y aquí, en cuanto a pensiones, tenemos un sistema de reparto: o sea, los trabajadores actuales financian con sus cotizaciones a los pensionistas actuales. A la vez que rezan para que en el futuro existan trabajadores que los financien a ellos… No te digo más. Claro, si actualmente hay ya más de 8 millones de pensionistas y solo unos 17 millones de ocupados, la cosa está complicada. Hay más jefes que indios…

¿Qué hace el gobierno? (por llamar de alguna manera a la divertida pandilla de  «Teleñecos» que nos rige) Pues recorta. Nos convence de que mejor que recorten ellos que no los hombres de negro, que ya es sabido que «quien bien te quiere, te hará llorar».

Para derivar responsabilidades, Mariano contrata una comisión de «expertos» (por si el día de mañana hay reparto de guillotinas… que aquí somos muy nuestros) y sale que sí. Coño. Qué va a salir. Si lo único importante de los «expertos» es quién los contrata. 

Máxime cuando la mayoría de los «expertos» provienen de la banca y las aseguradoras privadas —menos un «paracaidista» de CCOO que cayó por allí y encima los apoyó—. Blanco y en botella. 

Total, que se reúnen a «expertear» y les sale que sobre el 2052 todos calvos. Vamos que no habrá para pagar. No solo mi generación se jubilará a los 67 años —el que llegue, y que lo vean estos ojos que se ha de comer la tierra— sino que ya la pensión se nos calculará sobre los últimos 25 años cotizados. Excepto que haya uno cotizado 38 años (que así de memoria solo se me ocurren el Capitán Trueno y Popeye). 

Además, nada de incrementos sobre el coste de la vida (IPC), ahora se calcularán sobre unas variables rarísimas: el FEI (Factor de Equidad Intergeneracional) y similares. Que traducido al román paladino podría ser: «el que venga detrás que arree…». 

Y Mariano y Nuestra Señora de Báñez tan contentos: «Yo no fui, que fueron los expertos…». 

Lo explica maravillosamente el catedrático Vicenç Navarro:


« […] Considerar la ratio trabajadores versus ancianos constante, sin tener en cuenta el cambio de la productividad, es un error enorme. Hace cuarenta años había un 18% de la población en España trabajando en el campo, alimentando a la población. Hoy solo el 2% lo hace y produce más de lo que producía entonces el 18%. Pongan “pensiones” en lugar de “alimento” y pueden ver que si hoy se necesitan 2,5 trabajadores por pensionista, es razonable esperar que dentro de cuarenta años haga falta solo uno, o incluso menos. Imagínese el ridículo que habría hecho un economista que al ver que los trabajadores agrícolas disminuían hubiera alertado que España se moriría de hambre por falta de trabajadores en el campo. Pues sustituyan la palabra “alimento” por “pensiones” y verán el ridículo de las tesis catastrofistas. […]».


Y como bien cuenta mi admirada Rosa María Artal: «la democracia es cara». Eso es cierto. Siempre es más barato un dictador. 

Así que al paso que vamos las pensiones y el seguro de desempleo pronto serán sorteadas los jueves por el Organismo Nacional de Loterías. Como la Primi.  

 




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