lunes, 6 de septiembre de 2010

La Antropología y el Mandala (1)



   A mi me gusta la gente. La Biodiversidad humana. Es algo que me fascina. ¿Qué mejor sitio para hacer un análisis antropológico que el local de copas por excelencia en Almeria, El Mandala? Pues eso. Estamos en Feria. ¡Arikitaun!. La Feria y la Navidad se parecen mucho, solo varía el nivel de alcoholemia. En Feria es muy superior. Es divertido.

   El Mandala. Local de moda dónde los haya en Almería. Laboratorio de pruebas de Ron Cacique y bodegas Garvey. Ofrece un universo paralelo para la ceremonia del apareamiento, muy superior en ardides a la del pavo real. El Chat ya sustituyó hace años las sensaciones del ligoteo “face to face” haciendo posible su realización en bata de boatiné, máscara de pepinillo y rulos. Pero la sensación Mandala –léase Caramelo, Amargo- aún no ha podido ser recreada en la red (tiempo al tiempo, ahí está Second Life).

   Así que es de justicia, escribir sobre tantos personajes que luchan durante horas en el espejo para unos minutos de fama en la pista. Aunque hoy solo pensaré en uno. El Chico-Embudo. Abreviando, el CHE.

   El CHE, siempre piensa que jamás se está demasiado borracho. Y actúa en consecuencia. Antes de pisar Mandala, pasa por la cafetería BananaCristal y pide café. En realidad, el café es solo para disimular. Lo consume en 12 milisegundos y enseguida busca al camarero para pedir el primer Ron, por supuesto, cada vez que se acerca para servirle, juguetea con la taza, evitando que se lleve el café ya vacío. Es su coartada de los tres cubatas que se está metiendo.

   Una vez conseguido el “puntillo” -o puntazo, depende de quien realice el test de alcoholemia-, el CHE se ajusta los faldones en el baño, comprueba la altitud de su cresta y sale camino del triunfo.

   En la puerta, que es lo que queda de espacio entre los bíceps del segurata y el marco –no mucho-, le sonríe como si fuera amigo de toda la vida de este. Y pasa. Una vez dentro, actúa con determinación. Se dirige a la barra más cercana con paso firme y extendiendo el brazo con un movimiento rápido pide su primera consumición a las tetas más cercanas. Normalmente detrás de esas tetas suele encontrarse una camarera.

   Oteando el horizonte, en una mirada digna del propietario del Rancho Waco, el CHE comprueba el ganado. Están todas las reses. Calcula mentalmente la distancia a la rubia objetivo, por supuesto antes de separarse de la barra, además del trecho hasta la columna más cercana a ella. Sería peligroso no tener apoyos en su estado actual.

   Tres saltos y está allí. Objetivo secundario conseguido. El culo de la rubia se balancea al ritmo de la ensordecedora música a apenas cuarenta centímetros de su miembro -¿Por qué no reacciona ante este estímulo? Está casi seguro de haberlo traído en sus Calvin Klein, debe ser que no ha bebido demasiado aún-. Sin dejar un apoyo seguro en la columna, estrecha el cerco de la rubia y balancea sus caderas al mismo ritmo que ella. Hay feeling. Ella se vuelve y lo rodea con sus brazos. Su mundo se tambalea. ¡Es su tía Purificación, la misma que lo bautizó! Ella le sonríe preguntándole por su madre mientras el emprende una carrera de obstáculos hacia el seguro burladero de la barra.

   No son reseñables los siguientes acontecimientos. Dos guantazos de una morena, un rodillazo en la ingle de una pelirroja. Y las tetas de la camarera que se niegan a servirle más alcohol. Con lo cual, está bien para un Sábado noche. El CHE se retira cautelosamente a casa. Son las 20:30 horas. Tiene aún que pensar el guión de la peli que contará el Lunes en la Oficina. Hay que darse prisa.

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