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La
revolución industrial en el siglo XIX y la posterior revolución informática del
siglo XX hicieron innecesaria una gran cantidad de trabajadores para una misma
tarea. Pero en una escala temporal humana esto no sucedió demasiado rápido.
Hubo algún «profeta» que pontificó una vida casi sin trabajar, apretando
botoncitos y con un ocio amplio y estupendo.
Gilipolleces.
Claro que cada vez se iba a trabajar menos, antes un Lord inglés tenía que tirar de una cuerdecita para hacer sonar una campanilla en la cocina dónde se encontraba el servicio para que le subieran el desayuno. Ahora el mismo Lord inglés aprieta un par de botones y tiene programado el desayuno caliente en el microondas, la prensa en su «tablet» y la habitación caldeada a su gusto con el climatizador ¿Porqué motivo tendría que emplear a diez personas de servicio? Con un chófer competente y una asistenta mollar, listo. O al revés. Según tendencias.
Y se sabía. Cada decenio con mayor precisión. Pero a la «casta superior» no le interesaba que se supiera que lo sabían ¿O acaso se hacen costosos estudios de proyección estadística para una asociación de desempleados? No. Se hacen para los que pueden pagarlos ¿Hay algún medio de comunicación que tenga en su accionariado mayoritario a la clase proletaria? No. Las noticias, en mayor o menor medida, las emiten empresas privadas de la «casta». Y todo lo que se salga de ahí se trata de pensamientos de algún «visionario», marginal, que la mayoría no tiene en cuenta.
Leía hace unos meses Combates de este tiempo, de Julio Anguita. Se trata de una serie de intervenciones y artículos de prensa de los años ochenta. Quién mejor como ejemplo de defenestrado por propios y ajenos a causa de su empeño en decir la verdad. Pues bien, todos y cada uno de sus asertos se han cumplido. Parece increíble.
¿Ni un solo político se dio cuenta de lo que venía? Bueno, primero estuvieron muy ocupados en el reparto equitativo del botín de guerra para traer la democracia. Una democracia de diseño que no molestara mucho. Luego se ocuparon en que fuéramos europeos. Al precio que fuera (precio que hoy empezamos a pagar). Seguidamente, la gallina de los huevos de oro se puso gordísima como un tejón y todos ellos querían su parte. En efectivo o en votos. Mediante acción u omisión. Y cuándo reventó la gallina —que la gallina la tuvieron embalsamada, negando su muerte, más tiempo que a Lenin— cada uno tomó su bolsa y su pasaje a Zúrich. Y ahora… ahora le ha tocado al registrador de la propiedad registrarnos los bolsillos por si queda algo. Que va a ser que no. Pero nadie mejor que un fedatario público con gafas para actuar como albacea testamentario en el reparto de la herencia de nuestra madrastra hispánica —q.e.p.d.—.
Claro que lo sabían. Pero mientras suena la música y hay barra libre nadie corta la fiesta.
Así que aquí estamos. Un país con seis millones de «piezas» sobrantes porque han cambiado el modelo laboral. Como cuándo dejan de fabricar un modelo de coche.
Ahora el coche funciona con muchas menos «piezas», más precisas y sobre todo… mucho más baratas. Y si las «piezas» aquí son más caras se usan las de China. Coño, ¡si China está ya deslocalizando en África! ¿Eso se lo ha explicado alguien al 1.500.000 estudiantes matriculados en la universidad? Porque los 250.000 graduados universitarios que «escupe» anualmente tan egregia institución ya se están enterando. Yo de ellos no pensaría en aprender chino mandarín sino amárico (para Etiopía) o afrikáans (los que prefieran Sudáfrica). O mejor que hablen inglés bien (además de castellano-WhatsApp).
¿O acaso pensamos que somos ya algo más que una pieza en la cadena de producción? ¿No sospecháis el fin último del Área de Recursos Humanos de la empresa, ministerio o consejería? Pues sí, seleccionar las «piezas» y «recambios» más baratos que realicen la función necesaria en cada momento.
Una vez le dije a un compañero de trabajo lo que era: «Mira Manolo, tú eres el tío menos tonto que puede tener tu jefe al precio que paga por ti». La verdad es que me miró raro.
Pero hay soluciones. No lo digo yo que soy prácticamente nadie, lo dicen muchos sabios que en el mundo han sido, y son. Hay políticas distintas, decisiones alternativas que dependen de la voluntad política. El problema es que la política, en este, nuestro país la hacen los políticos. No la gente inteligente. Y digo yo que si los políticos están para solucionar los problemas y no solo no los solucionan sino que los agravan ¿habrá que cambiarlos, no?
Más difícil era poner un tío en la Luna y fíjate. Galileo se hubiera partido el culo de risa si alguien se lo comenta.
Claro que costó siglos, eso sí. Aunque mejor no esperemos sentados.
1 comentario:
mmm...no sé muy bien qué quieres decir con eso de cambiar los políticos porque a elecciones no te puedes referir ya que queda demostrado que es el mismo perro con distinto collar....me lo explique!
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