jueves, 13 de enero de 2011

Los viernes al Blog: LA JUNGLA DE SOFÁS.





                                   Si oigo este nombre: Ingvar Kamprad. Me viene a la mente una película de 1958, «Los Vikingos» protagonizada por Kirk Douglas. Pues no. Resulta que así se llama el inventor de la famosa cadena IKEA.

                                   El chaval –un sueco- empezó comprando cajas de cerillas en Estocolmo para revenderlas a bajo precio, allá por los años cuarenta. Haciendo oídos «suecos» a los que se reían de él.

                                   Por situar un poco a este  visionario de la roscachapa, Suecia es un país. No solo es una selección de fútbol que nunca se clasifica para nada. Y allí vive más gente además de Ibrahimovic el del Barça, pero como hace mucho frío no hacen «botellón» y  no meten ruido. Está encima de Dinamarca y las suecas están como un queso (y los suecos). Pero las cañas van sin tapa. Creo que es todo lo que hay que saber de Suecia.  

                                   Cuentan que con el dinero que un buen día su padre le dio por sacar buenas notas montó el primer Ikea (la mayoría de nosotros supongo que podríamos haber montado un par de veces en la noria, como mucho). Si esto se le ocurre montarlo en este, nuestro país, todavía estaría rebotando ventanillas de «vuelva Ud. mañana que le falta una instancia» y buscando cuñados avalistas para financiarse. No se como aún nos preguntamos porqué hasta Lituania tiene menos paro que España.

                                   La marca IKEA proviene de la combinación siguiente: Atentos. Las dos primeras letras «I» y «K» provienen de sus iniciales (Ingvar Kamprad). La letra «E» corresponde a «Elmtaryd», una granja cercana a la población de «Agunnaryd», de donde proviene la «A». Ya la misma denominación, nos adelanta lo que nos espera de adentrarnos en una de sus tiendas. Un tío capaz de hacer esto para ponerle nombre a su empresa, ya te da pistas.

                                   Cada una de las tiendas Ikea -como toda gran superficie- se basan en un mismo patrón: Que no puedas salir. O que no puedas salir sin comprar algo. En mis pocos intentos investigadores en ese Triángulo de las Bermudas del contrachapado, la verdad nunca he llevado una brújula, pero porque estoy seguro que el suelo está imantado bajo la moqueta.

                                   Cuando te adentras en un Ikea, abandonando las zonas seguras de las puertas, estás perdido. No perdido en el concepto de acabado, sino perdido de perderse. Entre otras cosas, a la entrada no hay nada atractivo, lo que te invita a sumergirte pronto en el interior. Las zonas de servicios como el restaurante, etcétera, están incrustadas entre las lianas de cortinas y toallas de baño.

                                   Está diseñado como una serie interminable de apartamentos preciosos que te producen la sensación de estar entrando continuamente en un piso equivocado. Aunque muy «cool». Más que nada porque como suele haber gente sentada en los sofás, chavalería correteando e incluso parejas tumbadas en las camas, por instinto vas pidiendo perdón mentalmente e intentando escapar. Hablo de mi experiencia como macho humano. La hembra, al estar más adelantada y orientados sus genes a la relación social, se siente como «en casa».  Como si en su casa le hubieran montado un Ikea. El macho no. Su programación básica es cazar, huir y yacer (por poner un verbo de cada declinación). Y se siente atrapado. No es que en cada recodo de un armario vaya a haber agazapado un tigre dientes de sable, pero eso es lo que está grabado en nuestros genes masculinos. Una pena, pero así es.

                                   Así que cuando has pasado cuarenta minutos en una huída hacia adelante sin encontrar las pinzas de la ropa tan «fashion» que viste en el catálogo buzonero, el espíritu de «El Fugitivo» se apodera de ti. Y disimulas como mirando un horrible jarrón sueco, acotando el plan de retirada. Reflexionas elevándote cenitalmente sobre tu desgracia y decides que, si sigues en sentido inverso las flechas tan amables que hay pintadas en el suelo,  conseguirás volver a la posición de salida. Como el juego de la Oca pero al revés. Iluso de ti. Mi teoría es que hay un enanito invisible que te sigue y va cambiando la orientación de las flechas. Como las escaleras que cambian de sitio en el castillo de Hogwarts en «Harry Potter».

                                   Llegados a este punto, puede que hayas decidido comprar un sofá, ya que sabes que nunca saldrás de allí. Al menos tendrás donde sentarte. Así que te unes a la gran familia «okupa» de los apartamentitos. Lo primero que te sorprende son los nombres imposibles de cada elemento. Hay un sofá llamado «Ektorp», otro llamado «Karlstad»  un sillón «Tullsta». Aquí el fundador derrapó un poco, creo. Es como si un sevillano monta la cadena y le pone los nombres al mobiliario. Pues saldría el sillón «Quillo», el sofá «Ariquitaun» y la mesa «Ozú». No se, igual en Suecia hace gracia.

                                   Aunque la ventaja que tiene esta gran superficie es que todo lo que te llevas contiene los elementos del «hágalo Ud. mismo». Es divertido a la par que educativo. La familia que monta unida permanece unida. Excepto que te empeñes en seguir el manual. Mejor te compras el «Ulises» de Joyce y haces un comentario de texto.

                                   Personalmente creo, que parte del éxito de esta gran cadena se debe a la transferencia de tecnología extraterrestre en el famoso primer contacto de Roswell (Nuevo México) en 1947. De donde proviene la famosa llave «Alien» un hexágono perfecto para apretar tornillos. Un salto de gigante en la carpintería estelar.

                                   Resumiendo. No digo que no vayamos. Pero vayamos con una mujer. Es más seguro. Por cierto, tengo que comprar unas cosillas. A ver si convenzo a Elsa Pataky para que me acompañe. Solo por ser consecuente conmigo mismo ¿eh? …a ver.  

10 comentarios:

Olgatuna dijo...

luego estás viendo anatomía de grey,y ves que tienen el armario de ikea, o cualquier otra peli, y tienen la misma lámpara que tu.......es la globalización mobiliaria......
elsa patakí??? confórmate con ir conmigo, y tu tarjeta de crédito.

Anónimo dijo...

Pijo, así se las ponían a Carlos III...

Eva Luna dijo...

Jajaja, me encanta el IKEA, y tu post también. Eres genial, fabricante de sonrisas. Besitos.

Unknown dijo...

jjajjajajjajaaaaaaaa
No, es que, aparte de que no se me ocurre ningún comentario literario más inteligente, me estoy acordando de mí misma colocando con mi hija un monísimo espejo modular ondulado en la pared: juro que hubiera preferido realizar una intervención de neurocirugía.

Antonio Segar dijo...

Muy cierto todo lo que dices. Todos los IKEAS son exactamente iguales, ideales para perderse y perder toda una tarde buscando lo inalcanzable... Sobre todo la salida.
Un abrazo, pintor de sonrisas.

Anónimo dijo...

Joeeeeeeeee, se te olvidó hablar de las velas que, con toda seguridad, salen con uno de IKEA en caso de no comprar muebles.
¡Genial el artículo!.
Zaragata

Anónimo dijo...

IKEA... mírame y no me toques... se derrumba todo !!!!!!!!!!!!

Anónimo dijo...

Este mensaje incluye contenido bloqueado que anteriormente se ha denunciado como ofensivo o correo no deseado. Ponte en contacto con nosotros si crees que se trata de un error.
Vaya!!!!!!!!! y yo intentando subirlo a facebook!!

Joe Black dijo...

Perdona, mi querido «Anónimo». No sé quien puede haberse ofendido o bloqueado con algo de lo que aquí se expone. Gustosamente rectificaré en el caso de que así sea. Pero sal del anonimato y manifiéstate. Gracias.

LA BRUJA DE PORTOBELLO dijo...

SOLO UNA VEZ FUI A IKEA EN MURCIA, Y EL MAYOR PROBLEMA QUE TUVE FUE SALIR DE ALLI...MI HERMANA ME IBA ANOTANDO CIERTOS STAND QUE ME IRIAN MOSTRANDO LA SALIDA...COMO EN EL CUENTO DE LAS MIGUITAS DE PAN, JAJAJA...

TAMBIEN ME SUCEDIO ALGO SUPER AGRADABLE,PERO MEJOR NO LO CUENTO...BESITOS A TODOS...