¿Qué demonios pedirle a los Reyes
si ya me trajeron de todo en esta vida?
Me trajeron
amistades eternas, pasiones volcánicas, algún que otro trabajo digno en el que
no tuve que robar a los clientes para contabilizarlo en mi empresa, libros que
me curaron la miopía, dolores que me retorcieron, orgasmos explosivos con una
hermosa mujer gritando debajo, encima o al lado, platos de boquerones con su
raja de limón fresco, vientos de
libertad a lomos de la moto, la sonrisa del albóndiga de mi sobrino a los tres
años, inmensas alegrías de juventud cuando la lucidez no me había maldecido aún...
Solo se me
ocurre una cosa. Y no quiero que la traigan, sino que se la lleven.
Los politicos.
Que sois
una plaga de langosta.
No todos ni todas. Solo la
mayoría. Los diputados, los senadores, los alcaldes y concejales de los
municipios de más de 10.000 habitantes, todos los parlamentarios autonómicos, los
de las Diputaciones Provinciales, los cadáveres insepultos del Consejo de
Estado, el cementerio de elefantes del parlamento europeo —como mínimo en su
parte española— y centenares de cargos que son un cargo para todos.
Oléis mal. Dentro de vuestros
trajes de dos mil dólares y sentados en el cuero de vuestros coches oficiales
hecho con tiras de la piel de millones de ciudadanas y ciudadanos que...
¡todavía os creen! cuando vomitáis la repetición del restallar del látigo sobre
sus espaldas.
Porque todos y todas sois
cómplices o cooperantes necesarios. Por seguir yendo silentes a los plenos y
cobrándolo en crudo mientras vuestros compatriotas se suicidan. En las guerras
a los cobardes se les fusila, a los que abandonan a su suerte a los compañeros en la lucha, a los ancianos, a los niños.
Pero no valéis ni el precio de la pólvora de una bala.
¿No estáis tristes? ¿Aparte de
vuestras madres, que no saben en realidad a lo que os dedicáis, como podéis
recibir uno tras otro los fingidos deseos de felicidad «en estas fechas tan
entrañables» de todos los que os deben su puesto? ¿De los que os agradecen los
regalos que a nuestra cuenta le habéis
enviado? ¿Creéis que esto va a durar para siempre? ¿De verdad pensáis que la
ciudadanía va a permitir que tengáis un retiro dorado con la pensión máxima? ¿No
habéis leído un solo libro de Historia?
¿Acaso estáis en la duda sobre si
Berlusconi es el último César del Imperio Romano que sigue siendo eterno? ¿Conocéis
por ventura lo que fue de aquel otro imperio «donde no se ponía el sol»? ¿Nadie
os habló de Sadam, de Gadafi, de Ben Alí, de Mubarak?
¿De qué materia estáis hechos? ¿No
se os pone la carne de gallina con algún desahucio?
¿No necesitáis pastillas para
dormir? ¿Psiquiatras?
¿Podéis mandar a millones de personas
a la muerte laboral, social o definitiva sin que os tiemble el pulso como aquel
viejo general que tuvimos cuando firmaba sentencias de pena capital?
¿No se os atraganta el jamón
ibérico o el marisco en las comidas de Navidad del partido, pensando que miles de
vuestros compatriotas rebuscan en la basura?
¿Creéis que el universo conocido termina
en vuestras hijas, hijos, yernos y nueras colocados a dedo en vuestras
administraciones públicas? ¿No escucháis el rugido del futuro? ¿No presentís
que el malestar de un pueblo es el lubricante para la guía de la cuchilla de la
guillotina?
¿Se os da una higa lo que se
estudiará dentro de cien años sobre los causantes y los cómplices que callaron
permitiendo la mayor estafa de la historia de la humanidad y el expolio del
futuro de varias generaciones?
¿No llegáis a sospechar que Islandia
no es el país del cuento de Blancanieves?
Me alegro por vosotros,
aprovechad. Sufriréis menos mientras llega vuestra hora.
Y de paso, santas majestades, si
aprovecháis el viaje desde el lejano Oriente y os lleváis a vuestro colega que
reina por aquí... oye, eso que llevamos adelantado.
2 comentarios:
Como siempre, GENIAL!!!!!!
buenísimo.
Pero no, los políticos no se dan cuenta de nada por eso, porque son políticos
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