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scribo estas líneas acompañado del fragor callejero que
parece como si el Comendador de la
villa hubiera abierto las compuertas de una presa atestada de ciudadanos
enloquecidos por las luces estroboscópicas de los escaparates, y esa turba se
hubiera expandido por las calles a la caza y captura de un negro con dos
cómplices. No, no es la III República. Es la tarde de la cabalgata de reyes.
Que tampoco
es de despreciar el rio de coches quemando embrague a tirones, que avanza a velocidad de pensionista cojo,
buscando un aparcamiento solo existente en su imaginación y cargados de niños
ilusionados lamiendo las ventanillas y de padres que si dispusieran de un
Kalashnikov, Chuck Norris quedaría a
la altura de un pacifista vegetariano.
Claro que si
el que dispusiera del Kalashnikov fuera yo, todos los puñeteros cláxones que
están sonando a la vez en estos momentos, dejarían de hacerlo. Os lo juro.
Entrando en
materia, tengo dos misterios de difícil solución: ¿cómo puede ser que en
Navidad los bares y los comercios estén llenos con la crisis galopante que hay
por esas calles de Dios? El otro es por qué no hay anuncios de motos en la
tele, pero ese lo investigaré más adelante.
Es un enigma que llevo husmeando desde
hace tiempo. Más que nada porque me dan ganas de emular a Jack (El Destripador,
no el de la colonia) cuando escucho a las señoronas de abrigo de zorro y voto
azul armarse de razón y usarlo como argumento con su «no es para tanto, que se
quejan de vicio, si está todo lleno, Cayetana…».
Por lo que llevo rastreado supongo
que no se puede decir que haya una sola causa. Son varias.
En España hay más de 300.000
bares. Que se dice pronto. Solo en Andalucía hay el mismo número de bares que
en Dinamarca + Finlandia + Noruega + Irlanda. Vamos serviditos ¿no?
O sea, aproximadamente un
bar por cada 140 habitantes. Chiringuito más o menos.
Esto sería cojonudo si no fuera porque
comparativamente y redondeando, hay una biblioteca por cada 8.000 habitantes,
claro. Las prioridades están claritas, ¿verdad? Es preferible una población abotargada
por la fermentación de la cebada con su calamar plancha que una masa crítica
que lee. Eso se sabe desde los tiempos de Pericles. Y los gobiernos lo aplican
sabiamente, claro.
Además, oye, que aquí el personal
es mediterráneo. Nos gusta más la calle que comer con los dedos. Y el clima ni
te cuento. Una maravilla. Que mira, también se podría leer en la playa, pero
claro, si cada dos páginas de Dostoievski
te pasan por la cara unas nalgas escasamente cubiertas de tela… la cosa se pone
dura. Bastante dura.
Que nos gusta la feria, vamos. Y
como dice una buena amiga y poeta urbana: «noches de desenfreno, mañanas de
Ibuprofeno». Que además la pobre sufre en silencio a las jaurías del consumismo
desaforado en versión dieciochoañera mascachicles. Una santa.
Bueno, pues para simplificar la
cosa, hagamos un modelo poblacional. Pongamos una supuesta ciudad cuya población es exactamente de 1000 habitantes.
Cerremos los accesos (para que no se nos joda el modelo). Proporcionalmente,
extrapolando datos, esta población tendría 10 bares y como, aproximadamente
existen unos 12 comercios por cada 1.000 habitantes, pues tendría 12
comercios.
La población de esta ciudad, a la
que podemos llamar Villa Modelo, por
un poner, tendría una población ocupada (o sea, currando) de 600
personas. Tendría además 260 desempleados. Y los 140
restantes pues serían jubilados o menores de 15 años. En números redondos,
vamos. De los 260 desempleados, aproximadamente (dado que la cobertura por
desempleo está actualmente en el 62 %) cobrarían alguna prestación solo 160,
los otros 100 estarían a verlas venir. Y muy cabreados.
Entonces llegan las fiestas. Bien
la Navidad, la feria de verano o el patrón de Villa Modelo que podría ser Ntra. Sra. de la Estadística. Y la gente
se echa a las calles, además de por el buen clima, por olvidar las penurias.
Según hemos calculado, los habitantes con alguna capacidad de consumo,
serían unos
760 (600 curritos y 160 desempleados pero que aún cobran algo). Como
hay 10 bares, si se reparten entre ellos, cada bar saldría por unos 76 clientes,
lo que lo haría parecer abarrotado. En el caso de los comercios, cada uno de
ellos podría llenarse con 63 compradores, también hasta la bandera.
Si en ese momento llega la señora
marquesa a su cortijo en la población, vería con asombro que todo está a reventar,
y claro, pensaría ¿dónde está la crisis? Claro que si preguntara a los dueños
de los bares o los comercios, le dirían que sí, que está lleno unos días pero
que la gente si antes se dejaba 50 euros en consumiciones ahora se deja menos
de la mitad. Pero la señora marquesa no se va a bajar del Rolls a preguntar, claro.
De hecho, sin ser yo mismo marqués,
solo tengo que asomarme a mi calle ahora mismo, que hace un par de horas era
una marabunta de gente y, aún estando las tiendas abiertas hasta las tantas, no
hay ni gatos. Los comerciantes están en la puerta consultando el reloj y
pensando en cerrar ya. Total…
Así que la crisis está y está
para quedarse. Aunque son datos que no veréis en los medios de comunicación,
los economistas (de un lado y de otro) calculan que para volver a la situación
que teníamos antes de la catástrofe habrán de pasar entre 10 y 15 años. Puede
que más. Hablamos del año 2025, por si no queréis calcular.
Que cada una y cada uno saque sus
conclusiones. Sobre todo para ir a votar.
Pero bueno, como es noche de
Reyes, poned las zapatillas en la ventana que siempre queda la esperanza.
Más que nada porque significa que
aún tenéis una ventana dónde ponerlas. Y un techo.
Feliz noche.
PD. Si os interesa saber cuántos
bares hay en vuestro pueblo, aquí hay un gráfico chulísimo: Pinchar aquí.
1 comentario:
Efectivamente colega, una crisis muy extraña, una mezcla de perroflautas -ya lo somos casi todos- y pomposos audisbmw por doquier. Un globo que se infla por un lado, gracias a que se desinfla por el otro.
Y precisamente tirar la casa por la ventana un par de días al año es síntoma de esta persistente crisis porque así somos. Es más, volveríamos a construir todo lo construible si se volviera a presentar la oportunidad. Porque -insisto- así somos y no hay remedio.
Que los reyes te hayan sido propicios.
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