CRÓNICAS DEL SOL

            Según el horóscopo occidental nací bajo el signo de Aries. No es que crea mucho en estas cosas pero cuando paso por la página del periódico que incluye este  oráculo enlatado lo leo con el rabillo del ojo (vosotros también lo hacéis, a ver que pasa). Digo que no creo en general, aunque también pienso que si nuestro satélite favorito (la Luna) es capaz de mover los océanos... joder algo influirán los planetas -con miles de veces más masa- en nuestro comportamiento y devenir diario. Otra cosa es que la astrología sepa interpretarlo con pericia. Sobre todo el pobre becario/aria del periódico local que hace los horóscopos.

            Dicho esto, recuerdo en las postrimerías del s. XX, cuando se anunciaban los milenarismos por catálogo, desde el fin del mundo hasta la llegada de la Era de Acuario, pasando por la cura del cáncer, el descubrimiento de la morcilla de Burgos adelgazante y otras lindezas que cambiarían el curso de la historia.

            Y yo pensaba para mí mismo: «que sí, manolín». Aunque después de los últimos acontecimientos, oyes, igual estamos entrando en dicha Era. Una Era que traerá consigo una edad de hermanamiento universal arraigada en la razón, donde será posible solucionar los problemas sociales de una forma justa y equitativa. Pero tendrán que pasar unas pocas decenas de años para comprobarlo. Veremos.

            No quiero distraerme del tema: el desalojo de la Plaza en Barcelona el pasado viernes 27 de mayo. Para limpiarla. Para que los hinchas del Barça encontraran una plaza limpia donde hacer el vándalo tras la victoria contra el Manchester. A mí, que conste, que el Barça me parece bien, que celebren sus victorias. Y el Rayo Vallecano y la Unión Deportiva Pavía, donde milita mi sobrino. Aunque ya he comentado alguna vez que dejé de seguir el balompié cuando David Beckam empezó a anunciar gayumbos.

            La realidad es que Barcelona no ha sido nada más que un laboratorio. Un gran laboratorio del comportamiento humano con nuestros indignados correligionarios catalanes como conejillos, conejotes y conejas de indias. Supongo que el relato de los hechos podría haber sucedido así:

           

            -Oye President, necesitamos saber la reacción ante el desalojo de las plazas. Hemos pensado en Barcelona como primer sitio.

            -Non fotis, Rubal. Como President de Catalunya no puedo permitir eso.

            -Bueeeno, lo comprendo, Arturo. A ver. Que nos va a costar.

            -Esto es algo muy gordo. Quiero la transferencia del Ministerio de Asuntos Exteriores para que Catalunya represente a España.

            -Oye, Presidente. No me vaciles que filtro las cintas que tengo de lo tuyo con la Caballé.

            -Bueno... haciendo un sacrificio por los ciudadanos y ciudadanas de Catalunya, nos conformaremos con 500 millones de euros para financiar la exportación de butifarra. ¿Qué día te viene bien que mande a los Mossos?

            -El viernes 27. Pero que den duro.

            -Vale, llamo ahora mismo a Puig. Bona nit.

            Y mandaron a los perros. Ya habéis visto todos el resultado. Barcelona, la ciudad más civilizada del país. La más europea. Se convirtió por unas horas en nuestro Belfast particular. Hubo hasta un herido grave que por suerte salió con bien de esta. Si hubiera habido algún muerto no sé que hubiera pasado. Y los perros mordieron, apalearon, patearon a chavales y chavalas que –con las manos en alto- reivindicaban la paz. A señoras mayores que lloraban por sus hijos y nietos sin futuro. Incluso había discapacitados en silla de ruedas que recibieron algún mandoble.

            Cuando sueltas a los perros no paran hasta que la jauría termina la caza. Un trabajo bien hecho.

            Al final, ya tienen los datos que necesitaban para desalojar plaza por plaza, desde la Puerta del Sol hasta Vigo, los heridos, muertos, campañas internacionales de prensa en apoyo de los Indignados que costaría desocupar las plazas.

            Esto no va a ser fácil. Seguramente costará años de asambleas, de ocupaciones y desalojos. De identificar reventadores pagados. Y costará muertos. Me temo que sí. La Carta de los Derechos Humanos costó dos guerras mundiales y millones de entierros.

            Ningún derecho civil se consiguió nunca presentando una instancia.