sábado, 14 de julio de 2012

UN FINAL FELIZ


(ilustración Blog Aldo Astete Cuadra)

            El hormigueo de gente no cesaba en la calle. Podía verlos desde su terraza, un decimocuarto piso junto a la Avenida de Andalucía en Málaga. Ni una sola de las  decenas de personas que transitaban la vía sería capaz de empatizar su dolor. En las anchas aceras, sus vidas continuaban entre la prisa de lo inmediato y sus pequeñas esperanzas burguesas, lo mismo que lo hacían los vehículos entre las líneas que delimitaban los seis  carriles de la ancha avenida. Porque el dolor es un substantivo abstracto con el singular implícito. El sufrimiento busca de la soledad como el buitre de la carroña.

            Hizo un rápido recorrido por la casa. Recordó el trabajo que le había costado comprarla hacía siete años, antes de su separación de Beatriz. No sólo necesitó de su entonces generosa nómina sino que hizo uso de un pequeño capital, legado de una querida tía abuela.

            Atravesó el salón. Las tres inmensas estanterías repletas de libros. Entró a los dormitorios. En el más grande, aún podía escuchar el eco de la risa sonora de Beatriz, su delicioso acento portorriqueño tan parecido al andaluz pero sensual como un vientre untado de chocolate. Como su cuerpo de canela. Él siempre pensó que ella era el delicioso postre que al fin le había reservado la vida después de tantos bocados amargos.

            Al fin pasó al baño y se aseó con unción. Como en ceremonia sacerdotal se  duchó parsimoniosamente y se afeitó. Se puso su mejor traje y bajó a la calle.

            Revisó el buzón, donde aún se leía: Luis Montenegro y Beatriz Ponce. Lo había dejado así para que no pareciera una lápida con su nombre solitario.

            Entró a la Administración de Lotería que había junto a su portal. Siempre jugaba los mismos seis números. Los que correspondían a las edades en las que había sido feliz. El  local estaba abarrotado de gente pero él sólo quería confirmar su apuesta con los resultados oficiales, así que miró la pared:

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 Lotería Primitiva,  5 julio de 2012

Combinación premiada:       5-15-23-25-27-49   

Complementario:                  37

Reintegro:                              0


Premios:             6 aciertos...                    1.258.370,00 €
                        5+Complementario...             237.478,22 €
                        5 aciertos...                           1.237,33 €
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            A punto estuvo de darle un pasmo. Comprobó nervioso su boleto:

5-15-23-25-27-38. 

            ¡Cinco aciertos!
            En otro tiempo hubiera significado un fin de semana maravilloso con su boricua. Pero hoy ya, mil doscientos y pico euros solo eran la confirmación de que la suerte, además de pisotearle, se había reído de él como una asquerosa hiena. Un solo acierto  más y su vida hubiera cambiado. O más exactamente... hubiera continuado.

            La hipoteca que pesaba aún sobre su vivienda era de 99.456,25 euros. Su  apartamento hoy valdría una pequeña fortuna... si hubiera quién lo comprara, cosa que no había ocurrido en los últimos tres años que llevaba desempleado. Ni bajando el precio a poco más de la deuda.

            A Luis se le habían acabado los subsidios hacía tiempo. El mismo tiempo que llevaba bajando con una bolsa de deporte llena de ropa vieja para cambiarse e ir al comedor social de Santo Domingo, donde al menos tenía un plato caliente.

            Iba a guardar el boleto en la chaqueta, junto a la comunicación del desahucio que le marcaba la fecha y hora para ejecutar la diligencia de lanzamiento de su casa. Al día siguiente a las 09:45 horas. Pero junto a su portal vio a Alfredo. El mendigo que pedía limosna en silencio mientras leía. Le dio el boleto indicándole que tenía  el reintegro para cobrarlo, y éste se lo agradeció como siempre, cuando le daba algún billete de cinco y hasta de diez.

Subió por fin a casa y salió a la terraza. Se ajustó la corbata y se asomó al pretil.

            Cerró los ojos y se declaró fallecido antes del brutal choque que le aguardaba  abajo para no sufrir. Exento ya del color y el olor que la ciudad le regalaba. Saltó.

La caída a peso muerto, inexplicablemente, hizo que su percepción se ralentizase y viera pasar cada planta invertida.
 

Planta 14, caída...

Planta 13, caída...

Planta 12, recordó el primer número jugado –el 5-; sus cinco años; su cariñosa maestra en el pueblo; el delicioso olor a goma de borrar...

Planta 11, caída...

Planta 10, el segundo número –el 15-; su feliz adolescencia; su primer curso de bachillerato; sus primeros amores; el campamento de verano...

Planta 9, caída...

Planta 8, tercer número –el 23-; el culmen físico de su cuerpo de adonis; su primer trabajo en una oficina; su primer coche; su agenda de chicas inacabable...

Planta 7, caída...

Planta 6, cuarto número –el 25-; aprobó las oposiciones a banca; su preciosa novia y los planes de boda; veranos y fines de semana de felicidad inagotable...

Planta 5, caída...

Planta 4, quinto número –el 27-; la edad en la que contrajo matrimonio; muchos meses de felicidad....

Planta 3, caída...

Planta 2, sexto número –el 38-; un nuevo trabajo; dejó el banco para ganar mucho más dinero; tiempos felices aún...

Planta 1, caída...

Entresuelo, una décima de segundo antes de estrellarse brutalmente recordó  angustiado que no había cumplido los 38 cuando dejó el banco. Los cumplió justo al día siguiente.

            Pero este error poco le importaba a la bestial fuerza gravitatoria que lo empujaba contra el asfalto. Aunque mientras oía crujir su cráneo –el siempre fue de sonreír al mal tiempo- pensó que Alfredo podría vivir en su casa y amarla como él lo hizo.

En realidad, puede que el día más feliz de su vida fuera hoy. Hoy terminaba su tremendo sufrimiento de años y hacía feliz a Alfredo para siempre. Y para él su felicidad siempre fue la de los demás. Hoy cumplía 49 años.



                                                                                           Joe Andrés.


 
*Presentado al XVI Concurso de Narración Breve Diario IDEAL


2 comentarios:

Unknown dijo...

Dolorosamente hermoso.
Corta la respiración con un silencio.

La Maripili dijo...

ups! falta de atención, es un problema muy común entre los mediocres.
Un relato muy chulo joé, suerte!